Le preguntaban al expresidente Obama, en una entrevista reciente, cuál había sido el momento más difícil de su presidencia, y este respondió sin titubear que la noche en la que, ante la negativa del Congreso de aprobar el aumento de dinero solicitado para cubrir los gastos del gobierno, estuvo discutiendo con sus asesores la posibilidad de acuñar una moneda de platino de un billón de dólares.
Por supuesto eso no significaba fabricar una moneda de 32.000 toneladas, que sería el equivalente al precio del platino, sino de acuñar una moneda de unos pocos gramos y asignarle, por decreto, un valor de un billón de dólares (un trillón, en lenguaje de los Estados Unidos). ¿Cómo es eso posible? se preguntarán algunos.
La respuesta es que no solo es posible, sino que es lo que hacen los gobiernos todo el tiempo: ¡asignarle valor al papel moneda, por decreto! Si bien la alternativa de la moneda del billón fue rechazada, no lo fue por absurda, sino porque el Congreso finalmente aprobó al aumento solicitado por el presidente y, de esta manera, el gobierno pudo resolver la situación sin siquiera tener que invertir los mil dólares que le hubiese costado acuñar la famosa moneda. Con la aprobación del Congreso, el Gobierno procedió a fabricar no solo uno sino varios billones de dólares, con los cuales sigue inundando de papel moneda fiduciaria (sin respaldo) a todo el mundo.
-¿Es tan fácil producir dólares de la nada?… ¿del aire? Para los Estados Unidos sí. Siendo ellos los dueños del dólar, y siendo el dólar la moneda dominante en el mundo, ellos pueden —y en efecto lo hacen— imprimir todo el dinero que quieran para pagar sus deudas y realizar sus importaciones. ¿Cómo es eso posible? se preguntarán por segunda vez los incrédulos. Para responderlo tendré que remontarme a un poco de historia:
El acuerdo de Bretton Woods:
Terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1944, se llevó a cabo la famosa reunión de Bretton Woods (New Hampshire, EE. UU.), en la cual se establecieron nuevas reglas para manejar las relaciones financieras internacionales. Una de esas reglas fue la de restablecer el patrón oro como medida para ordenar el intercambio internacional. El famoso economista John Maynard Keynes, quien representaba a la Gran Bretaña, propuso la creación de una nueva moneda, pero los Estados Unidos, siendo dueños para ese momento de un tercio de las reservas mundiales de oro, lograron imponer el dólar como la moneda de intercambio internacional, con el compromiso de que este sería convertible a su valor equivalente en oro en el caso de que cualquier país firmante del compromiso lo solicitara. De esta manera las demás monedas se comenzaron a cotizar en dólares, y el precio del dólar se fijó en 1/35 de una onza de oro. Es decir que la onza quedó valiendo 35 dólares.
El acuerdo de Bretton Woods suponía que los Estados Unidos no deberían imprimir más dinero del que les permitiese el volumen equivalente de oro que mantenía en sus bóvedas; de esta forma mantendría estable el precio del dólar, ofreciendo así un medio de pago confiable para que tanto exportadores como importadores se sintiesen seguros. Así pues el dólar se convirtió en la moneda de cambio internacional, aceptada en todo el mundo. Pero el gobierno de los Estados Unidos incumplió su compromiso.
En la década de 1960 las necesidades de fondos para solucionar sus problemas financieros, particularmente la guerra de Vietnam, sumado a la facilidad de tener la imprenta en casa, hicieron que el Banco Central de los Estados Unidos (La Reserva Federal) se excediera en la impresión de billetes, con lo cual el dólar comenzó a perder valor con respecto al oro. Por supuesto los gobiernos que firmaron el pacto se dieron cuenta de la situación y llegaron a la conclusión lógica de que, como consecuencia de la enorme impresión de papel moneda, el oro valía más de los 35 dólares por onza. Así que tomaron las acciones pertinentes para protegerse.
El primero en reaccionar fue el presidente de Francia, Charles De Gaulle. En 1965, se quejó del abuso de los Estados Unidos en un famoso discurso televisado:
«Un sistema monetario basado en la moneda de una sola nación es un peligro para el mundo” —dijo De Gaulle—. “El hecho de que muchos países acepten que el dólar es tan bueno como el oro ha llevado a los estadounidenses a endeudarse de manera gratuita a expensas de otros países, porque los Estados Unidos son los únicos que pueden pagar con dólares que solamente ellos pueden emitir. Consideramos necesario que el comercio internacional se establezca sobre una base monetaria indiscutible, como ocurría antes de las grandes desgracias del mundo, y que no lleve la marca de ningún país en particular. La verdad es que no puedo imaginar cómo uno podría realmente tener un estándar distinto al oro».
Pero la queja de De Gaulle no se limitó a las palabras. Ese mismo año envió 150 millones de dólares y exigió que el papel moneda se intercambiara por oro de los EE.UU. Luego España hizo otro tanto y cambió 60 millones de dólares estadounidenses por su equivalente en oro, y otras naciones siguieron su ejemplo. Mientras tanto los Estados Unidos se mantenían firmes en su posición de mantener el liderazgo del dólar; pero las bóvedas que contenían el oro estaban desocupándose, por lo cual decidieron romper unilateralmente el acuerdo de Bretton Woods para solucionar la situación.
En agosto de 1971 el presidente Nixon acabó con la convertibilidad del dólar en su equivalente en oro, y de esta manera acabó también con el patrón oro. A partir de ese momento comenzó a operar el sistema de flotación, basado exclusivamente en el factor “confianza” en el dólar. Esta modalidad de crear dinero, por supuesto, ha llevado al mundo a llenarse a papel moneda fiduciaria (sin respaldo). Cada vez que se presenta un problema económico lo resuelven por la vía fácil: poniendo las imprentas a producir más dinero proveniente de la nada.
Hasta la crisis de 2008-2009 la emisión de moneda fiduciaria se había hecho con cierta moderación, pero, a partir de 2011, comenzó casi que una competencia entre norteamericanos, europeos y japoneses para ver quién producía más moneda fiduciaria. Esta situación, sumada a la inmensa e impagable deuda que han adquirido todos los países, está creando una fenomenal burbuja que eventualmente tendrá que explotar obligando al mundo a llevar a cabo un “borrón y cuenta nueva”, es decir a renovar el Sistema Monetario Internacional (SM). El nuevo sistema, seguramente, tendrá que retomar el patrón oro como respaldo a las monedas.
El gran ganador de la situación mencionada será el oro, por cuanto el precio del mismo tendrá que ser ajustado a niveles estratosféricos de la noche a la mañana, ofreciendo la oportunidad de hacer fabulosas ganancias a los inversionistas que para ese momento tengan inversiones en el mismo.
Fuente: Finanzaspersonales.com.co
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.