El profesor de la Universidad de Harvard Dani Rodrik se ha concentrado a lo largo de su carrera en temas como la economía internacional, el desarrollo y la economía política. Tras recibir una cerrada ovación en el marco de la Convención Bancaria que tuvo lugar en Cartagena entre el jueves y viernes pasados, el respetado académico habló con Portafolio.
La economía mundial está en un estado de mediocridad. ¿Cuál es su impresión de cómo van las cosas?
Yo creo que estamos en medio de un nuevo ciclo, en el que aún no hemos descubierto las políticas institucionales correctas, ni qué tipo de economía mundial vamos a encontrar. Venimos de un periodo de auge bastante significativo que era realmente insostenible porque se basó, en gran medida, en el crecimiento económico de China, el cual se fundamentó básicamente en ser capaz de hacer prevalecer políticas que eran buenas para ese país, pero de algún modo incompatibles con los demás, por lo que se creó un choque inevitable. Mientras China representaba una parte pequeña de la economía mundial, el resto del mundo miró hacia otro lado, pero ahora las tensiones están a la vista.
Ha escrito sobre la globalización. ¿Cómo la observa en ese contexto?
Considero que la globalización sana se basa en un equilibrio entre la apertura de los mercados y los esquemas para permitir el desarrollo de nuevas industrias locales. Así que creo que el mayor problema que enfrenta la economía mundial en estos momentos es que hay un desequilibrio muy difícil de manejar, dadas las ramificaciones políticas de haber permitido que los mercados globales se expandieran y ello sucediera sin apoyo social ni políticas adecuadas. No me parece que tengamos mejores mecanismos para hacer frente a la desigualdad económica o al deseo de identidad nacional o cultural. Eso es indicativo del tipo de problemas que tenemos que enfrentar.
Incluyendo incluso el proteccionismo…
Bueno, el proteccionismo pienso que es un término general que puede significar algunas cosas razonables, pero también puede significar otras poco razonables. En la década de 1930 tuvimos el proteccionismo sin sentido, con taras y cuotas crecientes que agravaron significativamente la Gran Depresión; pero, por otra parte, sí creo en el proteccionismo, en el sentido de los países que protegen sus propios arreglos sociales, su estabilidad social, a través de diversas políticas; incluso cuando no se trata de perseguir la globalización más extrema que se pueda alcanzar, me inclino a pensar que ese es el tipo de relaciones de intercambio que vamos a tener que enfrentar.
Cuando mira el panorama de control del desarrollo del mundo, ¿qué luz parpadea más: la de China, EE. UU. o Europa?
En mi opinión los EE. UU., de una u otra forma, estarán bien. No creo que Trump finalmente vaya a ganar, aunque estoy cruzando los dedos. Esto es en gran medida el resultado de que los demócratas convencionales y los republicanos hayan sido incapaces de responder a las necesidades de sectores de la ciudadanía. El mensaje que han enviado ha sido de una sensación de impotencia. Ahora hay alguien como Trump que viene y dice “puedo solucionar este problema, es fácil, es simple, voy a construir un muro” o “a instaurar el proteccionismo contra China”. Por otro lado, soy muy pesimista sobre el futuro de Europa, porque existe un gran problema estructural que hay que corregir y que no se está haciendo, por lo que estimo que vamos a ver un largo periodo de estancamiento allí. Este consiste en que la eurozona tiene una moneda común, aunque con múltiples entidades políticas. Puesto de otra manera, la unión económica es incompatible con el federalismo político, por lo cual, las tensiones están al orden del día, comenzando por Gran Bretaña y su amenaza de irse, o siguiendo por Hungría y Polonia con sus gobiernos de extrema derecha que rompen el poco consenso que puede haber ante temas tan complejos como la crisis de los refugiados sirios.
¿Cuál es su impresión de los mercados emergentes, espera que estos sean la principal fuerza en el mundo?
Así lo creo, aunque la verdad es que hace unos años tuvo lugar un entusiasmo un poco desbordado sobre qué tan rápido se iba a cerrar la brecha con el mundo desarrollado. Es verdad que hemos tenido un periodo no solo de un crecimiento muy alto, sino de la experiencia más significativa de reducción de la pobreza vista en la historia del planeta. Parte de ese salto estuvo relacionado con el superciclo de precios de los productos básicos, que era insostenible en el caso de aquellos exportadores de materias primas. Porque cuando uno mira bajo la superficie para ver de dónde venía este crecimiento, se ve que no era el tipo de crecimiento que iba a ser sostenible; no era por la productividad, no se debió a un cambio estructural, ni por la entrada en nuevos productos y la industrialización, es decir, todos los tipos de cosas que han creado un crecimiento duradero en el pasado; esto no es lo que impulsó el avance de muchas regiones. Hecha la advertencia, me considero un optimista en el sentido de que el avance de las economías emergentes seguirá, aunque ahora es más heterogénea la suerte del grupo. El motivo es que las lecciones que se han aprendido se ponen en práctica en más de un caso. El ejemplo de Colombia y Brasil es evidente. No hay duda de que este último enfrenta una crisis, pero está dejando que la justicia opere y eso le va a convenir en el futuro.
Fuente: Portafolio.co
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.