Hoy somos capaces de fabricar objetos con un tamaño 100 veces más pequeños que un virus y con nanotecnología la NASA ha sido capaz de detectar UNA molécula de agua en Marte.
Hace 70 años se construyó en Filadelfia el primer ordenador del mundo. Bautizado con el nombre de ENIAC (acrónimo en inglés de Computador e Integrador Numérico Electrónico), tenía tres metros de largo y consumía 174.000 vatios de potencia: se decía que cada vez que se enchufaba las luces de Filadelfia parpadeaban unos instantes. Hoy nos cabe en la palma de la mano un ordenador que, además de superar la potencia de ENIAC (que hacía 300 multiplicaciones por segundo), es teléfono, agenda… La miniaturización ha llegado a extremos insospechados.
Y todavía vamos a más. La investigación actual será la tecnología del mañana. Lo nano invadirá cada rincón de nuestra vida cotidiana y, cómo no, y nuestras industrias: nanohilos magnéticos en sensores con un tiempo de reacción de millonésimas de segundo, materiales con nanopartículas magnéticas para las cabezas lectoras de los discos duros, materiales nanoporosos para el fraccionamiento del petróleo, nanomateriales magnéticos de uso médico capaces de guiar al medicamento hacia el lugar de aplicación buscando las rutas moleculares más aptas y nanomateriales con efecto magnetocalórico que limpiarán tumores en zonas donde la cirugía es arriesgada o impracticable.
Con todo, la estrella más rutilante en la actualidad -y que se cree que lo será durante mucho tiempo- son los famosos nanotubos de carbono: seis veces menos densos que el acero, 5 veces más rígidos y 100 veces más resistentes. Sus posibilidades son asombrosas.
Fuente: Muyinteresante.es
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