Sea cual fuere la cifra exacta, lo cierto es que en Santa Cruz del Islote impera una sensación de estrechez. Las casas de bloque y cemento se amontonan una al lado de otra y en los angostos callejones que las dividen apenas queda espacio para uno que otro árbol. El espacio más amplio del pueblo es una ‘plaza’ de unos 20 metros cuadrados presidida por una cruz y una estatua de la Virgen María. En el Islote no hay espacios deportivos (a excepción de una pequeña gallera) y para enterrar a los pocos que se mueren, o visitar las tumbas de los que ya partieron, hay que montarse en una lancha y cruzar hasta la isla del frente.
Esas particularidades han convertido a Santa Cruz del Islote en un atractivo turístico. Por estar cerca del Parque Natural Islas del Rosario, y ser vecino de lugares paradisiacos como Isla Múcura o Tintipán, es común que muchos de los que visitan estos sitios saquen un tiempo para llegar hasta el Islote y pasen unas horas en este pedazo de tierra en el que la mayoría de sus habitantes son pescadores, guías turísticos o empleados de los hoteles de las islas aledañas. La curiosidad que alienta a los viajeros es casi siempre la misma: ¿Cómo es vivir en una de las islas más densamente pobladas del planeta?
En el Islote las casas se amontonan una al lado de la otra y en los estrechos callejones que las separan apenas queda espacio para caminar.
A pesar de estar más cerca de Coveñas que de Cartagena, Santa Cruz depende administrativamente del departamento de Bolívar. Por esa razón, cada semana un buque pagado por la Gobernación llega al Islote para abastecer la alberca ubicada en la primera planta de la escuela del pueblo. Es allí donde se almacena el agua potable que consumen los habitantes, quienes deben pagar 1.000 pesos por cada tanque de cinco litros que llevan a sus casas.
“Esa agua la usamos para tomar y para cocinar. Para lavar la ropa y la loza o para vaciar los inodoros nos toca usar el ‘agua gruesa’ (salobre) que sacamos de los pozos naturales que hay en las islas aledañas”, explica Javier Julio, más conocido como el Chan y dueño de una de las cuatro tiendas que hay en el lugar. El tema de los baños es tal vez uno de los mitos más extendidos sobre Santa Cruz. Que no hay baños en las casas, que usan letrinas públicas o que la mayoría deposita sus desechos directamente en el mar. Según el Chan, nada de eso es cierto, cada familia tiene su sanitario privado, aunque admite que todos los desagües terminan en el inmenso mar Caribe que los rodea.
No pasa lo mismo con el resto de la basura que se produce en Santa Cruz. Pese a algunas acumulaciones en ciertos rincones y en las orillas del mar, el Islote permanece limpio gracias al barco que cada 15 días recoge los desechos y los traslada hacia Cartagena para su disposición final en el relleno sanitario de esa ciudad. De la capital de Bolívar también depende el suministro de energía, pues de allí llega todo el ACPM que abastece la planta eléctrica que, junto con cuatro paneles solares donados por el gobierno de Japón, alimentan los electrodomésticos de los isleños.
A pesar de que un buque recoge los desechos y los lleva hacia Cartagena, en varias partes del Islote se acumulan montones de basura.
Pero eso no es gratis. Comerciantes como el Chan deben pagar 5.000 pesos diarios para tener electricidad en sus locales, mientras que cada una de las casas debe cancelar 2.000 pesos por cada día que acceden al servicio. En Santa Cruz del Islote casi todos tienen televisión satelital y no es raro encontrar televisores de última tecnología en hogares que carecen de todo lo demás. Aunque pueden pasar horas frente a estos aparatos, la población tiene otras dos maneras de matar el tiempo: el dominó, que se juega a cualquier hora y en cualquier esquina, y las peleas de gallos.
Jorge Eliécer Berrío es un curtido criador de estas aves y afirma con orgullo que a Santa Cruz llegan apostadores de Coveñas y hasta de San Onofre (Sucre) para poner a sus animales a participar en las peleas que se organizan los sábados en la gallera. “Casi siempre apostamos un millón de pesos que reunimos entre varios de los hombres que vivimos acá y, modestia aparte, son muy pocas las veces que hemos perdido. Nuestros gallos son famosos en toda la región”, afirma Berrío y culmina su frase con una carcajada de satisfacción.
Entre los habitantes del Islote es común encontrar esa misma actitud desparpajada ante la vida, sin importar que desde afuera se perciba un ambiente de carencias, privaciones e incomodidades. Eso fue lo que motivó a que el general Carlos Eduardo Bueno, comandante de la Fuerza Aérea Colombiana, luego de una visita a Santa Cruz decidiera organizar una brigada de salud.
A mediados de mayo, la Fuerza Aérea Colombiana organizó una jornada de salud en la que participaron cientos de niños. La gran mayoría de los habitantes del Islote son menores de edad.
Ese día, cerca de 15 médicos generales, optómetras y pediatras atendieron en los salones de la escuela a todos los habitantes que lo solicitaron. Y aunque cientos de personas participaron de la jornada, nativos como Jorge Giraldo aseguran que “en el Islote la gente en general goza de buena salud gracias al yodo que tiene el agua que consumimos todos los días”.
Por eso, más allá de que la vida en Santa Cruz está lejos de ser perfecta, los habitantes de esta isla caribeña coinciden en que se trata de un lugar privilegiado y se declaran felices por tener la posibilidad de vivir allí. Tal vez la expresión más elocuente de ese sentido de pertenencia sea la de Kenner Julio, un estudiante de colegio que juega de delantero en el equipo de fútbol de Santa Cruz que organiza el exarquero de la Selección Colombia Faryd Mondragón, “yo nunca quisiera irme del Islote, aquí vivimos muy relajados”.
La mayoría de los habitantes de Santa Cruz del Islote aprenden a pescar desde muy pequeños. La economía del lugar depende esta actividad.
Fuente: Sostenibilidad.semana.com
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