Los menores de edad 100% nativos digitales, parecen relegar a un segundo plano los correos electrónicos y tienden a interesarse por alternativas más dinámicas como el chat. Para ellos suponen un paradigma del pasado tecnológico, una herramienta que sus padres y hermanos mayores usan por simple inercia de hábito, y que no termina de adaptarse a sus necesidades de flexibilidad y feedback instantáneo. Su absoluta soltura con los smartphones, por otra parte, favorece la preferencia de otros códigos comunicativos en los que el e-mail resulta una opción de segunda fila. ¿Conseguirán derrocar a un elemento mítico de Internet, o relegarlo cuanto menos al ámbito de los negocios?
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