Desde cuando asumió la presidencia de Bancolombia, hace cinco años, Carlos Raúl Yepes sabía que su permanencia en ese cargo no sería hasta su jubilación, como suele suceder en este sector, donde una antigüedad de más de 30 años en esa posición no es rara.
Sin embargo, en las cuentas de Yepes no estaba una carta que su hija mayor le escribió en septiembre del año pasado, que lo llevó a cuestionarse sobre sus prioridades en la vida: su familia, su salud, tener una vida tranquila como cualquier otra persona, sin privarse de lo cotidiano, lo simple o lo básico.
Esas razones motivaron su renuncia a la presidencia de uno de los bancos más importantes del país, que deja en una posición muy destacada, no solo desde el punto de vista de las cifras, sino desde una óptica más cualitativa donde el público ha percibido que se puede hacer una banca mucho más cercana a la gente.
En su decisión de irse del banco su hija mayor tuvo una gran influencia.
Me hubiera gustado quedarme más en el banco, pero estos puestos son muy exigentes y yo me desgasté mucho físicamente. Dejé de ir a cine, de frecuentar a los amigos, a la misma familia. Empezaron mis enfermedades y la tercera vez que me ingresaron a la clínica el año pasado, mi hija mayor me escribió una carta (septiembre), en la que me decía: “quiero que me veas graduar, que me veas casar, que cargues a mis hijos, pero como estás actuando y asumiendo tus responsabilidades ahora no lo vas a lograr”. Eso me dolió mucho y me pregunté a qué le estaba entregando las cosas, me privé de la familia, de ver jugar fútbol a mi hijo, de recibir calificaciones en el colegio, porque siempre tenía una responsabilidad. Por eso, después de 22 años en el banco, decidí que era hora del retiro.
¿Y cómo lo asumió la familia?
La carta de mi hija motivó una conversación en familia en la que miramos cuáles son esas prioridades en la vida. Yo no quería ni poder ni plata, vimos que mis obligaciones laborales son superiores a mi condición física. Entonces llegamos a la conclusión de que había que hacer esas cosas que se aplazaron por años, como tocar piano, aprender italiano, seguir hablando de paz y convivencia, de cultura ciudadana, y hasta comerse un helado con la señora, es decir, volver a lo simple y a lo básico.
¿Qué tan difícil es dejar un cargo como ese?
La decisión sorprende en el imaginario nuestro porque uno solo tiene dos salidas: jubilarse o que lo echen, y yo no quería ninguna de las dos cosas. Si mis jefes están contentos, ni me les voy a quedar toda la vida ni quiero que me saquen en cualquier momento. Ahora, un aspecto fundamental es la responsabilidad, y toda la vida trabajé para ser el funcionario más prescindible del banco, y allí las directivas sabían lo que yo pensaba, dónde me movía, con quién hablaba, siempre un libro abierto. Si me dicen ‘entregue el banco mañana’, queda en las mejores condiciones porque hay un equipo directivo entregado, informado y comprometido con la estrategia, y eso es de mucho valor.
¿Seguirá vinculado a la organización?
No. Creo que en la vida hay que saber hacer las transiciones y cerrar los ciclos. Por supuesto que si requieren de mi apoyo ahí estaré porque les debo mucha gratitud. En este momento el tiempo será dedicado a recuperar la salud, a restablecer toda la parte física. En paralelo, sueño con llevar a mi hijo al fútbol y a mi hija al trabajo. Quiero volver a lo simple y a lo básico, pero hay objetivos superiores, como servir de puente de convivencia en el país. Eso me gustaría mucho.
¿Cree que la gente entendió bien lo de la banca más humana?
Sí, y de mil maneras. Cuando ahora veo que una entidad sale con una estrategia de cero costos, yo llegué con eso hace cinco años al banco, y no era un tema de marca o de mercadeo. Al final, la banca humana no es nada distinto que hacer relaciones de largo plazo basadas en respeto y confianza, y todas las decisiones del grupo tienen que estar pasadas por ese filtro.
¿Cómo ve a Bancolombia en cinco años?
Me gustaría que siguiera siendo un jugador relevante de la economía, un actor social que estuviera, no haciendo política, sino definiendo política pública, con nuevos productos y servicios a partir de la innovación. Por supuesto que el gran reto son las amenazas que trae la tecnología, pero creo que estamos llamados a seguir innovando y a entregarles a las personas lo que necesitan. El banco de hoy no será igual en cinco años, sus ingresos tendrán el mismo origen, y ahí viene la capacidad nuestra de reinventarnos. Estamos preparados para que eso suceda.
Fuente: Eltiempo.com
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